LECTURAS PARA LA LIBERACIÓN
En el contexto de la tradición de la ilustración europea la lectura lleva inscrita, en su gestualidad, un propósito emancipatorio. Fueron los libros, masificados y escritos en lengua vernácula a partir de la revolución de la imprenta impulsada por Gutenberg1, uno de los medios privilegiados para la difusión de las ideas que, desde hacÃa cierto tiempo, bullÃan con fuerza desde la época del renacimiento.
La lectura nunca es
un acto aséptico, puro, despolitizado o ingenuo. Paul Ricoeur2
señala que toda trama, toda narración, tiene una dimensión mediadora entre el
mundo que el autor ha construido, a través del proceso de escritura, un texto y
el lector que, al leerlo de nuevo, lo re-crea, lo re-actualiza, de algún modo
lo re-escribe, de modo que el texto “alcanza su inteligibilidad en el acto de
la lectura, en la intersección del mundo del texto y del mundo del lector”
Antes que Ricoeur, Heidegger habÃa
mostrado con agudeza que no es posible preguntar por algo si no se tiene una
idea mediana, es decir, al menos aproximada, asà sea vaga y confusa, hacia aquello por lo que se
pregunta4. No es posible preguntar por la nada, sino que se pregunta
desde algo, desde un horizonte pre-comprensivo o, mejor, desde un mundo ya dado
de antemano. Gadamer, por otro lado, resalta
que comprender es una facultad
constitutiva del ser humano, es decir, “pertenece a la experiencia humana del
mundo”5. Y toda comprensión solo es posible como interpretación. En
la interpretación de un texto, como ejercicio hermenéutico, es inevitable que
el lector aporte algo desde su propio mundo
a fin de no solo aproximarse a los significados que, en el contexto histórico
cultural en el que se escribió, el autor o los autores aportaron a dicho texto,
sino, además, para poder actualizarlo en la contemporaneidad de su
lectura. Ahora bien, tanto Paul Ricoeur
como Heidegger y Gadamer se inscriben en una lectura del mundo propia de la modernidad europea, cuya tradición es
fuertemente eurocéntrica6, si bien se puede rastrear en su
pensamiento, al menos en el caso de Gadamer, una comprensión más amplia de la
idea de mundo, sobre todo a partir
del lenguaje y de la lingüisticidad del
mundo7 de vida.
1 Cf. Briggs A. y Burke P.
(2002). De Gutenberg a Internet. Una
historia social de los Medios de Comunicación. Madrid: Taurus. 27-89.
2 Cf. Ricoeur P. (2004). Tiempo y Narración I. Configuración del
tiempo en el relato histórico. México: Siglo XXI Editores. de Ricoeur. 113-161.
3 Ardilla C. (2010). Del
mundo del texto al mundo del lector (Ricoeur y Cortázar) en Revista Co-herencia Vol.
7, No 12,. 132.
4 Cf. Heidegger M. (2003). Ser y Tiempo. Madrid: Trotta. 25-31.
5 Gadamer H-G. (2007). Verdad y Método. Salamanca: Ediciones
SÃgueme. 23-27; 331-353.
6 Sobre el etnocentrismo se
puede consultar el texto de Todorov T. (2005). Nosotros y los otros. México:
Siglo XXI Editores.
21-112.
7 Cf. Gadamer H-G. (2006). Verdad y Método II. Salamanca: Ediciones
SÃgueme. 71-93.
En América Latina se
ha ido haciendo un camino interesante en el esfuerzo de superar el
eurocentrismo, tratando de pensar, desde el propio modo de vivir, el nosotros que singulariza el mundo de
vida de las comunidades latinoamericanas.
La idea de mundo sostiene buena parte de las reflexiones de Paulo Freire en lo
que fue su aporte de ir dibujando la educación como una práctica de la
libertad, es decir, de la liberación. La lectura es parte de esa práctica de la
libertad que busca transformar la situación problemática en la que el sujeto
está inmerso en situación de opresión. Práctica que, por otra parte, se lleva
adelante en colectivo[1]
en la que cada uno aporta su palabra y su voz.
En La
importancia del acto de leer Freire contextualiza su propia experiencia del
proceso de aprendizaje de la “lectura de la palabra” a partir de su experiencia
vivida y compartida del mundo desde su infancia, pasando por su adolescencia y
juventud. En esta contextualización, que le permite abordar una mirada crÃtica
sobre el acto de lectura, juega un papel fundamental el principio según el cual
la “lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de allà que la
posterior lectura de ésta no pueda prescindir de la continuidad de la lectura
de aquél”[2].
En consecuencia, a la “lectura de la palabra” le precede la “lectura del mundo”
o de la “palabra-mundo”; se está en un proceso que, generalmente, no entra en
juego a la hora de enseñar la “lectura de la palabra”, produciéndose, de esta
forma, una ruptura con la “palabra-mundo”. Esta ruptura es la que funda y
sostiene la educación bancaria.
Cuando la lectura se limita a
“descodificar” la palabra, sin más, el acto de leer se convierte en “una visión
mágica de la palabra escrita[3]”.
La mera “descodificación” olvida que el sujeto llega alfabetizado por su mundo, por las palabras de su mundo que
preceden a la “lectura de las palabras” en el texto escrito.
El acto de leer “no se agota en la
descodificación pura de la palabra escrita o del lenguaje, sino que se anticipa
y se prolonga en la inteligencia del mundo”, es decir, en su comprensión.
Si bien no se está afirmando que no sea
necesario leer de forma responsable “los clásicos en tal o cual campo del
saber”, de adentrarse “en los textos, de crear una disciplina intelectual”[4]
sin la cual es imposible la práctica de docentes o estudiantes, el acto de
“lectura de la palabra” implica la comprensión de ésta, recreándola a partir de la propia experiencia
del mundo. Pero exige, entonces, que esta recreación implique “una comprensión
crÃtica de la importancia de leer”[5].
Si asumimos que la alfabetización es un “acto polÃtico y un acto de
conocimiento, y por eso mismo como un acto creador”[6], es imposible que la enseñanza de la “lectura
de la palabra” sea un acto mecánico, de mera enseñanza de letras y sÃlabas, con
las cuáles se llenarÃa la cabeza del o la estudiante, como de si un objeto
vacÃo se tratara. Por el contrario, cuando se asume la alfabetización como un
acto de conocimiento creativo, acompañado por el pedagogo o pedagoga, el
estudiante es reconocido como sujeto, puesto que no se anula su creatividad y
su responsabilidad en el proceso de
creación o en la lectura de su lenguaje. De este modo la lectura se transforma
en un acto de comprensión crÃtica a través del cual el sujeto es capaz de
expresar de forma escrita la voz de su “palabra-mundo”, en un movimiento que va
“del mundo a la palabra y de la palabra al mundo”.
La comprensión crÃtica de la lectura
implica un acto consciente que, al igual que la “palabra-mundo”, precede a la
“lectura de la palabra”, razón por la cual ésta última se constituye en “una
cierta forma de ‘escribirlo’ o de ‘reescribirlo’, lo que quiere decir; de
transformarlo a través de nuestra práctica consciente”[7]. En
definitiva, en la propuesta de Freire, la superación de “una visión mágica de
la palabra escrita” hace del acto de leer una “percepción crÃtica,
interpretación y ‘reescritura de lo leÃdo”. ¿Y en qué dirección apunta esta
reescritura? A generar una lectura crÃtica de la realidad social que desemboca,
inevitablemente, en “ciertas prácticas claramente polÃticas de movilización y
de organización” que, por otra parte, “puede constituirse en un instrumento de
lo que Gramsci llamarÃa, de acción contra-hegemónica”15.
En la misma lÃnea de lo planteado por
Freire, los textos y lecturas propuestas en este Programa Nacional de Formación
de Docentes para el Ejercicio de la Función Directiva no pretenden, solamente, promover la lectura como un
acontecimiento de mera erudición, sino, además, provocar que dicho acto de lectura esté orientado por un acto consciente
que genere, a partir de la reflexión de la propia práctica, la transformación
pedagógica en la gestión escolar de acuerdo a los enfoques epistemológicos,
pedagógicos y metodológicos del Proceso de Transformación Pedagógica e Institucional que
lleva adelante el Ministerio del Poder Popular para la Educación como ente
rector de las polÃticas educativas que deben concretarse en cada una de
nuestras instituciones educativas.
Ahora bien, dicha transformación, por
otra parte, y en coherencia con ese acto consciente que se pretende sea el acto
de leer, implica la mirada crÃtica desde el horizonte de la decolonialidad.
La mirada histórica-cultural hegemónica
de Venezuela y América Latina, y por tanto de la educación y la pedagogÃa, no
es más que una consecuencia de una historia que se ha articulado a partir de
los vencedores y un ejercicio de imposición de prácticas inscritas en otra
“palabra-mundo”, que se sigue dando hoy, y que ha operado un ocultamiento e
invisibilización de aquellos otros[8]
cuyas prácticas culturales estaban, y siguen estando hoy, fuera de las
fronteras de una historia eurocéntrica, es decir, de una historia “universal”[9].
Ahora bien, si la idea de Venezuela y
América Latina, que domina el discurso oficial del saber, responde a una imposición
que fue consecuencia de una construcción semántica con unas implicaciones
“polÃticas, económicas, epistémicas y éticas”[10] que
pretendieron borrar, someter, marginar y ocultar otros modos de comprender y de
significar la realidad, entonces es indispensable preguntarse por esa otra
epistemologÃa que las culturas originarias practicaban antes del saqueo por
parte de los europeos. Huellas de esa otra epistemologÃa persisten en las
prácticas culturales de las clases populares en Venezuela y América Latina y en
los grupos originarios que aún resisten en la actualidad. Esas huellas asisten
a nuestras instituciones educativas en el rostro, las acciones y la voz de los
y las estudiantes, las familias, los actores del proceso educativo y las
comunidades que están insertas en el entorno del espacio educativo.
[1] Freire P. (2005).
PedagogÃa del oprimido. México: Siglo XXI Editores. 62-74.
[2] Freire P. (2004). La
importancia de leer y el proceso de liberación.
México: Siglo XXI Editores. 94.
[3] Ibidem, 102.
[4] Ibidem, 103.
[5] IbÃdem, 100
[6] Ibidem, 104.
[7] Ibidem, 105. 15 IbÃdem,
107.
[8] En su Curso Ciclo Lectivo
1975-1976 en el Collège de France, centrado en el tema del poder y, por tanto,
de la biopolÃtica, Foucault habla de saberes sometidos entendiendo por tales
aquellos “contenidos históricos que
fueron sepultados, enmascarados en coherencias funcionales o sistematizaciones
formales”, asà como “a toda una serie
de saberes que estaban descalificados como saberes no conceptuales, como
saberes insuficientemente elaborados: saberes ingenuos, saberes jerárquicamente
inferiores, saberes por debajo del nivel del conocimiento o de la cientificidad
exigidos”. Foucault M. (2000). Defender
la sociedad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 21
[9] Cf. Grosfoguel R. Descolonizando los universalismos
occidentales: El plur-versalismo transmoderno decolonial desde Aimé Césaire hasta
los Zapatistas en Castro-Gómez S. y Grosfoguel R. (2007). El giro decolonial. Reflexiones para una
diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá: Siglo del
Hombre Editores. 63-77
[10] Mignolo W. (2005). La Idea de América Latina. La herida
colonial y la opción decolonial. Barcelona: Editorial Gedisa. 171.
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