MAGNICIDIO
Elías Jaua Milano.
El
magnicidio es la muerte por métodos violentos de una persona que
detenta un cargo de poder político. El atentado con explosivos, ocurrido
el pasado 4 de agosto de 2018, contra el Presidente de la República
Nicolás Maduro Moros, las altas autoridades del Estado y los ciudadanos y
ciudadanas, civiles y militares, presentes en la conmemoración del
aniversario de la Guardia Nacional Bolivariana, sin duda alguna es un
intento de magnicidio en grado de frustración y un hecho aberrante, el
cual repudiamos categóricamente.
Explotar
aeronaves no tripuladas (Dron), cargadas de explosivos, frente al
Presidente de una Nación es un acto terrorista, un intento de magnicidio
sin lugar a interpretaciones. La confesión de los autores materiales y
la evidencia recolectada lo confirman. El gozo, la reivindicación del
atentado o el silencio de muchos actores y voceros políticos de la
derecha internacional y nacional señalan el camino hacia los autores
intelectuales.
Esos
mismos actores políticos son los que han venido repitiendo desde hace
meses que “no hay salida electoral”; que “Maduro tiene que ser salir
como sea”; que “el fin de Maduro está cerca”; que “hay que usar todas
las formas y medios”, entre otras aseveraciones temerarias.
Corresponderá a las autoridades competentes determinar y castigar, en el
marco de lo previsto en nuestra Constitución y en las leyes, a los y
las responsables materiales e intelectuales de este atentando criminal.
Quiero recordar que, en un artículo anterior de fecha 7 de julio de 2018 titulado “Nuestra Patria Venezuela”
y luego en una entrevista televisada con José Vicente Rangel el pasado
domingo 29 de julio de este mismo año, me había referido al peligro que
supone la subordinación a la oligarquía bogotana, de algunos dirigentes
opositores nacidos en Venezuela.
Entre
otros y otras denunciamos a Julio Borges como un empleado servil de
Juan Manuel Santos. Advertimos que desde Bogotá se alentaba una guerra
civil en Venezuela, con la colaboración de dirigentes contra
revolucionarios nacidos en nuestra Patria, en función de culminar el
proyecto de expansión sobre nuestro territorio, iniciado a mediados del
siglo XIX por la oligarquía colombiana.
Por
otra parte, en nuestra historia claro está que siempre ha sido la
derecha la que ha intentado o ejecutado el asesinato de presidentes
venezolanos. Fueron los sectores más retrógrados de la oligarquía de
Bogotá, que hoy siguen gobernando allá, liderizados entonces por
Francisco de Paula Santander, los que intentaron asesinar a nuestro
Padre Simón Bolívar, Presidente en ejercicio de Colombia, el 25 de
septiembre de 1828. Fue un grupo de derecha, liderado por Rafael Simón
Urbina, rabioso anticomunista, el que asesinara a Carlos Delgado
Chalbaud, Presidente nacionalista, progresista, el 13 de noviembre de
1950.
Fue
la corriente militarista “fascistoide”, la que ha llenado de muerte y
dolor a los pueblos de nuestra América latina y caribeña, liderada en
aquel momento por el dictador Dominicano José Leónidas Trujillo
(Chapita) la que realizó un atentado, con ejecutores nacionales
provenientes de las filas de la derrocada dictadura de Pérez Jiménez,
haciendo explotar un carro bomba en el paseo Los Próceres, el 24 de
junio de 1960, contra el Presidente de Venezuela Rómulo Betancourt,
hiriéndolo a él y a sus colaboradores cercanos. Ocasionando la muerte de
uno de sus edecanes militares y un transeúnte.
Es
esa corriente “fascistoide”, instalada en nuestra región por el
imperialismo norteamericano para mantener subordinada a nuestra América,
la misma que ha asesinado a decenas de miles de dirigentes y activistas
revolucionarios, patriotas y populares. Es la misma corriente asesina,
que desarrolló varios planes frustrados de magnicidio contra nuestro
Comandante Chávez, la que sin duda planificó, financió y ejecutó el
atentado fallido contra el Presidente Nicolás Maduro.
Sobre
este tema quiero reivindicar a la izquierda venezolana. Jamás, la
izquierda a la que pertenecemos, ha apelado al atentado personal contra
ningún Presidente. Es verdad que cuando nos ha tocado, hemos asumido la
lucha armada con valentía y cuando el pueblo venezolano ha ejercido el
supremo derecho a la rebelión popular ahí hemos estado, a la vanguardia,
pero nunca hemos apelado a la cobardía del atentado personal.
Los
revolucionarios venezolanos y las revolucionarias venezolanas no
concebimos nuestra lucha desde el odio contra una persona. Luchamos
contra un sistema de opresión y exclusión de las grandes mayorías, el
capitalismo. Nosotros luchamos por una sociedad donde quepamos todos y
todas con igualdad, libertad, justicia y dignidad humana. Una sociedad
socialista.
Finalmente,
quiero reiterar mi solidaridad como camaradas, como seres humanos a
Nicolás Maduro y a todos los y las compatriotas presentes en el acto
donde ocurrió el vil atentado del sábado 4 de agosto de 2018.
Dios
nos protege, Dios protege al pueblo bendito de Venezuela que tiene
derecho a vivir en paz y a recuperar una vida prospera, llena de futuro.
Amén.
PD. Compatriotas
que me leen, a quienes agradezco tanto que compartan la batalla de
ideas que intento motivar a través de estos artículos semanales, quiero
informarles que haremos un receso en nuestros escritos durante el resto
del mes de agosto. El primer domingo de septiembre de este 2018, nos
encontramos otra vez en estas líneas. Dios mediante.
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